Va pasando la tormenta y parece que viene limpiando

Afortunadamente para el sector pecuario parece correr una pequeña pero aliviadora brisa que empieza a llevarse las enormes limitaciones del productor de carne porcina y bovina.

El crecimiento desmedido de la agricultura en el centro de nuestro país en las últimas décadas fue logrando que zonas como la nuestra fueran perdiendo prestigio en producciones de carne principalmente de origen porcino. 

Esto hace que sólo algunos pocos hayan podido avanzar hacia sistemas confinados de altísima producción donde la inversión inicial es elevada y las condiciones de manejo son estrictas. Por otra parte, no menor, tenemos a las producciones de menor escala, el pequeño y mediano productor, que por un lado siente que lleva la producción de cerdos en su sangre y por otro lado ve que se aleja lentamente de su alcance.

Este último, que todavía no puede decidir qué rumbo es el correcto. Debe saber que de la totalidad de cerdas en producción en el país, el mayor número de ellas no está en confinamiento sino en un sistema extensivo o semi-intensivo, según cada animal.

Entonces la pregunta clave en esta decisión es: 

Cuál es el objetivo? Tener cerdos o producir cerdos? La respuesta es obvia si tenemos en cuenta las tendencias nacionales de consumo de carnes de origen porcino y aviar y la demanda de carne bovina internacional.

Ahora bien, si queremos producir cerdos hay que cambiar de paradigma y empezar a pensar que ya no es una cuestión artesanal sino de eficiencia productiva en su máxima expresión. No importa el nivel de recursos con los que se cuenta cuando uno empieza a pensar en producir, sino cómo adaptar de la mejor manera esos recursos disponibles para que se vean los resultados aumentando la venta de capones por año.

Si esto ocurre, ya nos encontramos analizando temas como alimentación óptima para cada categoría, conversión alimenticia, adecuado plan sanitario, servicio de grupos de cerdas en forma estratégica, número de lechones por camada, partos por año, reposición de hembras, bioseguridad de la granja, genética y tantos otros temas que indefectiblemente hay que manejar si uno quiere producir en forma rentable al momento de emprender este desafío.

Hay dos cosas que el productor debe saber o que quizás ya sabe, una es que en la producción porcina “no hay recetas que sirvan” (aunque sean las más baratas y las que más abundan), cada establecimiento es una problemática única e irrepetible; y otra es que el camino más seguro lo va a recorrer junto a un asesor. Aunque es muy común pensar que pagar un asesoramiento es un gasto y no una inversión. 

Un claro ejemplo de esto último es el uso de antibióticos en la granja. Es muy común que a un productor le digan cuál es el mejor antibiótico, el más nuevo, el que más dura; esto va haciendo que se usen indiscriminadamente creando poblaciones de bacterias resistente muy difíciles de combatir. 

Paradójicamente la realidad es que cuanto más antibióticos necesitemos usar peor estamos trabajando. El productor va a estar pagando un alto costo de producción sin rentabilidad ni garantías de éxito.

La pérdida de animales por enfermedades, el bajo número de animales nacidos, el consumo de maíz en exceso son entre otros, muchos de los factores que generan frustración y sentimiento de fracaso diario en el productor. Muy distinto es cuando se crece desde un manejo consiente y ordenado. 

Éste es el momento de dar el paso inicial, es posible ser eficiente y rentable independientemente del número de madres con las que se comience a producir, desde ese razonamiento todo empieza a aclararse y a tener un horizonte más despejado de dudas.

Para Somos Campo
Dr. Edgardo Nicolino
Med. Veterinario