El Campo en Momentos de Peronismo

Eran tiempos de profundos cambios en la política nacional, marcado por las fisuras y diferencias entre el sector militar. El 4 de Junio de 1946, Juan Domingo Perón asume la presidencia de la nación, luego de que fuera depuesto Ramón Castillo.

En el último cuarto del siglo XIX, la economía argentina se había consagrado a la producción agropecuaria destinada en su mayoría a los mercados externos. La marcada inestabilidad de la economía se debía bastante a la brusquedad de las fluctuaciones en los precios de los productos rurales, Perón tuvo la suerte de asumir la presidencia con los términos de intercambio más altos de todo el siglo.

La situación social en el país era bastante compleja y el sector sindical había sufrido divisiones. Por un lado, la CGT nº 1 agrupaba a los gremios menos politizados; la CGT nº 2 estaba compuesta por comunistas y socialistas, aunque sería disuelta en agosto de ese año.

La estrategia gubernamental fue crear una Secretaría de Trabajo y Previsión. Para las organizaciones obreras, la repentina generosidad oficial era un hecho inusitado y sorpresivo, instalándose la participación política de los sindicatos, que había sido motivo de conflictos en las décadas anteriores.

Recién terminada la 2da Guerra Mundial, no era fácil imaginar que sobrevendría una nueva era de expansión sostenida del comercio mundial. La esperanza de retornar a un sistema de comercio y de pagos multilaterales se basaba en el supuesto de que el intercambio comercial sería relativamente equilibrado.

Durante el Gobierno de Perón, la influencia del gobierno sobre los precios agrícolas se intensificó, pero con signo cambiado. El Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI), monopolizó desde principios del 46´ la comercialización de los cereales y oleaginosas; Entre 1946 y 1949, compró las cosechas a los agricultores para venderlas internamente y en el exterior, obteniendo un margen muy amplio gracias a los favorables términos de intercambio externos.

La agricultura era más golpeada que la ganadería por el encarecimiento de la mano de obra, sufrió especialmente con el cambio en las reglas de la propiedad rural. El sistema de arrendamiento entró en crisis; Se le dio al arrendatario el derecho de renovar su contrato a los mismos valores que el período anterior, perjudicando al dueño de la tierra por la erosión inflacionaria.

La sujeción de la importación de la maquinaria agrícola al tipo de cambio no preferencial completaba la batería de políticas adversas al sector rural. La drástica caída del área sembrada con los cultivos más importantes fue una de las consecuencias de esas políticas.

Se produjo una intensa sustitución de cultivos en la Pampa Húmeda; creció la importancia de las semillas nuevas como el girasol, el maní y la cebada. La caída de la producción de Maíz, Trigo, Lino y Avena de un 39%, fue parcialmente compensada por el aumento de las nuevas variedades.

La paulatina normalización de las importaciones de bienes de capital ayudó a que la caída no fuera mayor. La producción pecuaria avanzó sobre tierras antes dedicadas a la agricultura, reasignación que ya había ocurrido, a veces en sentido inverso en otras épocas.

Dentro del esquema económico peronista, el campo tenía el importantísimo rol de proveer las divisas necesarias para la importación de insumos y maquinarias que la industria local aún no producía.