Los tiempos difíciles de la Segunda Guerra Mundial

La influencia de la Segunda Guerra Mundial sobre Argentina no se limitó a la volátil superficie política. La economía sintió el cambio más profundo, tal como había sucedido con los dos grandes golpes internacionales anteriores: Primer Guerra Mundial y Crisis del 30´.

El impacto fundamental de este segundo gran conflicto estuvo ligado, otra vez, a las mayores dificultades para el comercio internacional. Si la ola proteccionista de los años 30´ya hacía imposible el retorno de las condiciones anteriores a la crisis, esta guerra agravaba todavía más la situación.

El Plan de Acción Económica propuesto por el Ministro Federico Pinedo en 1940 intentó minimizar el perjuicio a la economía nacional; Proponía la extensión de crédito industrial, vivienda y la intervención del estado para sostener precios de productos exportables. Este planteo fracasó por cuestiones políticas.

La expansión de la Producción Argentina, provino sobre todo de la industria. Muchas actividades manufactureras lograron intensificar la sustitución de importaciones que no lograban llegar a causa de la guerra.

El desarrollo industrial fue común en toda América, ya que esta tendencia contó con el apoyo técnico de Estados Unidos a través de la Comisión de Desarrollo Interamericano, alentada por el Presidente Roosevelt para asegurarse la provisión de productos desde América Latina.

La agricultura se había estancado en años de la guerra, y la escasez de materias primas y bienes de capital en la industria estaba impidiendo la satisfacción de la demanda por productos industriales.

Entre 1940 y 1943 la política de redescuentos del Banco Central favoreció a la industria más que a la agricultura y al comercio. Se dictaron alrededor de 15 leyes de promoción industrial, se creó la Flota Mercante del estado y se sancionó la Ley de Fabricaciones Militares.

Para moderar la expansión de los primeros años de la guerra, en 1943 el campo fue gravado con impuestos al “excedente de beneficios”, que se cobraba en proporción a la diferencia entre el precio vigente para los productos de exportación y un precio promedio del pasado.

Las Fuerzas Armadas, como gran actor político del momento, aplicaron dos grandes consignas nacionalistas que estaban en el corazón del pensamiento Pro Industrial: “Liberación Económica” y “Autonomía Nacional”. Con esto, algunos militares se basaban en que la esta coincidencia industrial-nacional, se limitaba a la fabricación de material bélico.

La diversificación productiva del país era una manera efectiva de reducir su vulnerabilidad exterior, por ello, las Fuerzas Armadas lanzaron un programa de crédito industrial para sustituir importaciones en general. Se optaba además por una industrialización cerrada, al darse prioridad crediticia a los productos destinados al mercado interno.

El fin de la Guerra, significaba también el cese de las Actividades expandidas gracias a ella, lo que provocó una caída del empleo industrial. Los migrantes que partían del campo a la ciudad para sumar brazos a las fábricas, dispuestos a satisfacer sus demandas.