Primer Guerra Mundial: El final de la buena fortuna

Las Guerras siempre afectan a la economía a nivel mundial y traen crisis. Sumada a las malas cosechas que se dieron por aquellos años, la situación fue complicandose paulatinamente, hasta encontrar un horizonte.

Los trastornos generados por la 1er Guerra Mundial en Argentina, más la complicada situación política de los Balcanes, repercutió en el mercado mundial de capitales, lo que golpeó sobre todo a sus participantes más vulnerables, entre los que se encontraba nuestro país.

Las malas cosechas de los años 1913-1914 presentaban por sí solas un grave problema de pagos a la balanza de pagos. Las exportaciones de 1914, de alrededor de 390 millones, significaban casi el 25% más bajas que en los dos años previos.

A través de la política de préstamos del Banco Nación se intentó revertir la contracción monetaria, pero era poco lo que se podía hacer ante una coyuntura internacional tan desfavorable. Las tasas de interés aumentaron y muchos negocios quebraron.

La anemia monetaria desencadenante de la crisis, tardó bastante poco en curarse. Durante los años de guerra, Argentina acumuló enormes excedentes comerciales. En 1915, las exportaciones doblaron a las importaciones, algo que sólo se repetiría en la segunda guerra mundial.

Ante este escenario, la economía nacional se enfrentaba por primera vez, a una importante restricción de oferta, derivada de las dificultades para conseguir importaciones. Por esto, el país debió depender mucho más de sí mismo para procurarse las manufacturas y a su vez, los industriales no debían preocuparse por un tiempo por la competencia extranjera.

Por otra parte, a pesar de que el cambio de signo en la balanza migratoria hacía disminuir el número de personas dispuestas a trabajar, la desocupación aumentó hasta convertirse por primera vez, en un grave problema social.

Entre 1917 y 1919 el clima de protesta obrera alcanzó su punto álgido y ganó las calles. La mediación gubernamental no pudo evitar erupciones de violencia como el caso de la huelga ferroviaria de 1917.

A partir del final de la Guerra, sin embargo, las condiciones generales del país venían mejorando. La agitación gremial se calmó. Después de un lustro de crisis, por fin se podían alentar esperanzas de algo como una vuelta a la “normalidad” de preguerra.